Hace ya
miles de años, cuando el Imperio Azteca estaba en
su esplendor y dominaba el Valle de México, como
práctica común sometían a los pueblos vecinos,
requiriéndoles un tributo obligatorio. Fue entonces
cuando el cacique de los Tlaxcaltecas, acérrimos
enemigos de los Aztecas, cansado de esta terrible
opresión, decidió luchar por la libertad de su pueblo.
El cacique
tenía una hija, llamada Iztaccíhuatl, era la
princesa más bella y depositó su amor en el joven
Popocatépetl, uno de los más apuestos guerreros de
su pueblo.
Ambos se
profesaban un inmenso amor, por lo que antes de partir a
la guerra, Popocatépetl pidió al cacique la mano
de la princesa Iztaccíhuatl. El padre accedió
gustoso y prometió recibirlo con una gran celebración
para darle la mano de su hija si regresaba victorioso de
la batalla.
El valiente
guerrero aceptó, se preparó para partir y guardó en su
corazón la promesa de que la princesa lo esperaría para
consumar su amor.
Al poco
tiempo, un rival de amores de Popocatépetl,
celoso del amor de ambos se profesaban, le dijo a la
princesa Iztaccíhuatl que su amado había muerto
durante el combate.
Abatida por
la tristeza y sin saber que todo era mentira, la
princesa murió.
Tiempo
después, Popocatépetl regresó victorioso a su
pueblo, con la esperanza de ver a su amada. A su llegada,
recibió la terrible noticia sobre el fallecimiento de la
princesa Iztaccíhuatl.
Entristecido
con la noticia, vagó por las calles durante varios días
y noches, hasta que decidió hacer algo para honrar su
amor y que el recuerdo de la princesa permaneciera en la
memoria de los pueblos.
Mandó
construir una gran tumba ante el Sol, amontonando 10
cerros para formar una enorme montaña.
Tomó entre
sus brazos el cuerpo de su princesa, lo llevó a la cima
y lo recostó inerte sobre la gran montaña. El
joven guerrero le dio un beso póstumo, tomó una antorcha
humeante y se arrodilló frente a su amada, para velar
así, su sueño eterno.
Desde aquel
entonces permanecen juntos, uno frente a otro. Con el
tiempo la nieve cubrió sus cuerpos, convirtiéndose en
dos enormes volcanes que seguirán así hasta el final del
mundo.